Cuesta a veces pensar, por no decir siempre que las cosas no van como se esperan, que todo trae en su esencia un bien mayor.
Cuentan que en Rusia hace unos cien años, los propietarios de mansiones tenían un mozo trabajando para ellos, como una especie de sustituto cuando el amo estaba ausente. En una de esas mansiones, trabajaba Moshke, el propietario era joven y muy apuesto. Durante los preparativos de su boda le dijo a Moshke que estaría fuera tres semanas. Durante esos días, Moshke tendría total autoridad sobre todos los campesinos y sirvientes. Moshke ya no era un hombre joven, y no había tenido completa autoridad sobre algo desde hacía muchos años. Naturalmente, estaba muy entusiasmado. La primera mañana tomo té en el porche de la gran mansión y se imaginó a si mismo como un rico magnate, asistiendo a importantes eventos y firmando tratados. ¡Que gloriosa vida tendría!, ¡Su hijo sería un hombre rico!, ¡Su hija estaría bien casada!.
Pronto descubrió, sin embargo, que administrar las labores en la mansión no sería una tarea fácil. Aunque los campesinos obedecieron sus órdenes durante el primer día, muy pronto comenzaron a enfadarse. Al anochecer ya se habían amontonado alrededor de Moshke y lo estaban golpeando brutalmente. Después de todo, este viejo hombre andaba diciéndoles lo que tenían que hacer. ¿Qué otra alternativa tenían?.
Una cosa llevó a la otra, y esta violencia prosiguió durante las tres semanas enteras. Cada mañana, Moshke, aparecía listo para tomar el control, y cada noche sus trabajadores acababan dándole una paliza. Al anochecer, regresaba a su hogar terriblemente golpeado, con lágrimas en sus ojos. Su esposa le apoyaba, pero no había nada que se pudiese hacer. Necesitaban el dinero. Cada día su esposa le curaba las heridas, y al día siguiente él recibía otra paliza.
Por fin las tres semanas se cumplieron y el joven amo regresó, lleno de entusiasmo por su boda. También estaba muy contento con el estado de la mansión, ya que había sido muy bien cuidada y los campesinos habían sido productivos. Cuando el propietario invitó a Moshke a tomar una taza de té, se percató que tenía heridas por todo el cuerpo. Por supuesto, el propietario le preguntó que había sucedido. Moshke se lo explicó y el joven dueño ordenó que de su propia fortuna se le entregará a Moshke un rublo de oro por cada golpe que había recibido. Moshke había recibido muchos golpes, así que obtuvo mucho dinero.
Moshke aceptó el dinero. Sin embargo cuando llegó a casa, rompió a llorar. Su esposa le miró y con el corazón roto, le preguntó si le habían golpeado otra vez.
- No - Contestó Moshke -. Me han dado dinero...
Cuando abrió el abultado saquillo, centenares de rublos cayeron sobre la mesa. - Nunca tendremos que trabajar de nuevo - dijo, con los ojos llenos de lágrimas.
- Entonces, ¿porqué estás llorando esposo mío?.
Moshke, sacudió su cabeza y trato de secar sus lágrimas. - Son estos rublos - dijo, tocándolos ligeramente. - Estoy triste porque no recibí dos o tres veces más golpes. Si hubiese sido así, imagínate la cantidad de dinero que tendría. Ya sería un gran señor. ¿Porque no sufrí más?.
Ya lo decía un gran maestro, "Este es el tipo de actitud que todos nosotros necesitamos tener con respecto a los problemas en la vida, nuestras dificultades son por nuestro bien. Al igual que Moshke,debemos pedir más".
Hasta la próxima...