martes, 28 de diciembre de 2010
El Águila
Un hombre halló en el bosque un polluelo de águila, caído del nido. Lo llevó a su casa, y lo crió en el corral entre las gallinas, patos y pavos, como si fuera una de esas aves. Pasaron cinco años. Un día un naturalista llegó a la casa del hombre y visitó el corral.
¡Hombre! -le dijo al dueño- ¿Qué hace allí esa águila entre las gallinas? -No es águila— respondió el hombre, ¡es gallina!. Es verdad que cuando la encontré era águila, pero la he criado entre las gallinas y aunque sus alas miden ocho pies de punta a punta, jamás podrá volar. ¡Ya no es más que una gallina!.
-Pues nó— replicó el naturalista, todavía tiene el corazón de águila, y yo la haré volar algún día. Convinieron entonces que en cierto momento, el naturalista haría la prueba. Tomando este al águila la sacó del corral, la llevó al aire libre y le dijo ¡Aguila, no lo olvides! Eres un águila, no una gallina. Perteneces al cielo, y no a la tierra. Dios te dió esas alas poderosas para volar. ¡Extiéndelas, y vuela!
Pero el águila no hizo caso. Volvió corriendo al corral, a meterse entre las gallinas. –Te dije que era gallina..—comentó riendo el dueño. ¡Pues, ya verás! ¡Ya verás que es águila! repuso el naturalista.
Día tras día, con paciencia infinita, el naturalista repetía el experimento y la exhortación. Tímidamente al principio, y con más resolución después, el águila comenzó a extender y mover sus poderosas alas. Un día, al salir el sol, el águila miró de frente su deslumbradora luz. Se estremeció de patas a cabeza como si un choque eléctrico la sacudiera. Alzó la gallarda cabeza, brillaron sus penetrantes ojos, extendió sus alas magníficas, y al fin voló, arriba, más arriba, siempre arriba, hasta perderse en el esplendoroso azul. Era, en efecto un águila.
Nosotros los seres humanos somos como el águila, pero nos criamos entre gallinas, entre sapos, lagartijas, caracoles y demás sabandijas que se arrastran por el suelo. Dios nos ha dado estupendas alas para volar a las alturas, pero nosotros las mantenemos plegadas, y como gallinas nos conformamos con cloquear y comer granillos del suelo.
En este año 2011 que se avecina, te desafió a extender las alas de tus sueños, de tus metas, de tu visión y volar alto, muy alto, donde ni siquiera has imaginado podrías llegar. Los límites del gallinero se derriban cuando conoces tu naturaleza divina y entiendes que has nacido para llegar a la cumbre y seguir subiendo. ¿Como iniciar? quizás por lo siguiente:
1.- Tu has sido creado por Dios con los recursos necesarios para cumplir y desarrollar todo lo que te propongas. Cuentas con todo lo necesario para hacerlo.
2.- Debes cambiar tu mirada. No es lo mismo mirar desde las alturas que desde el gallinero.
3.- Es importante estar rodeado de personas que te inspiren y te desafíen a volar recordando quien eres.
4.- Escucha de una manera distinta, el águila comenzó a creer cuando dejo de escuchar a las gallinas y miro hacia lo alto.
5.- Visualiza tus metas, desarrolla un plan para lograr lo que te propones, comienza a actuar, ninguna puerta se abre si no la empujas.
6.- Traza metas cada vez más altas, y más altas, y más altas. No seas "temeroso", los límites los has permitido en tu estadía por el gallinero, ahora es tiempo de volar alto.
Amigo mío, nos vemos este 2011 en la cumbre, te espero.
¡Atrévete a volar!