viernes, 14 de agosto de 2009

Tú No Estás Sólo


Querido Hijo:
Quien te viera pensaría que no pasa nada. Actúas con fingido valor; te muestras en tu actitud ante los demás como una persona llena de aplomo y te esfuerzas tanto por esconder lo que hay en tu corazón que hasta tú mismo, por momentos, crees que todo está bien. Te envalentonas, sacas el pecho y escondes los temores. Pero yo veo en tí y yo sé que vives a la sombra del miedo. Tienes miedo de la vida; tienes temor del mañana y de las cosas que escapan a tu control. De tu corazón se ha apoderado un espíritu de temor y eso me entristece.

Cada vez que piensas en el destino de tu vida o en la posibilidad de perder tu empleo, un viento helado hace que tu corazón de un vuelco. Si piensas en que tus seres queridos podrían abandonarte o en que las leyes de tu país podrían cambiar y afectarte, un algo pesado te acongoja. Cuando pasa por tu mente la posibilidad de una tragedia mayor, tu corazón se siente hueco y por ahí entra un aire de soledad tan grande que hasta podrías sentarte a llorar.

Y yo quiero saber ¿por qué te asusta el caudal y la turbulencia del agua si ni siquiera has llegado hasta el río? ¿Por qué te atormentas con lugares y hechos que tal vez nunca llegues a conocer? ¿Por qué permites que sea el miedo y no la fé en mi amor lo que guíe tu vida? Levanta la mirada y voltea a verme, mírame bien y date cuenta que yo estoy aquí para protegerte.

Tú eres como tu propio hijo pequeño que llora cuando lo llevas a la escuela. Tu hijo tiene pocos años y tiene miedo que tú nunca más regreses por él y apenas te ve alejarte, se suelta a llorar con un desconsuelo tan grande que no hay palabras ni promesas que lo calmen. Y tú te conmueves de él y piensas "pobre que no se da cuenta cuánto lo amo y a qué grado estoy dispuesto a defenderlo y a protegerlo". Y tu piensas que su miedo es irracional y yo te pregunto a tí ¿cómo es, entonces, tu miedo que te hace actuar como si yo no existiera?

Mi querido hijo: ¿te has dado cuenta cabal de a qué grado te amo yo a tí y cuánto estaría yo dispuesto a hacer por protegerte? Así que sacude hoy mismo de tu vida al espíritu del temor. Ese espíritu entró algún día cuando sufriste un descalabro y, como el niño que llora cuando apagan la luz, pensaste que estabas sólo y a merced de lo desconocido. Quítate de encima ese estorbo. Revisa bien tu corazón. Límpialo de emociones inútiles. Revisa bien tu mente. Sacúdela de pensamientos sombríos. Revisa bien tu vida. Libérala de rencores y de culpas. Perdona lo que haya que perdonar y deja ir lo que tengas que soltar.

Y así, libre de lastres, entrégate a mi amor y no llores mientras crees que yo me he ido porque yo nunca me voy y siempre estoy junto a tí para sostenerte con mi poder. Y si tú de verdad levantas tu rostro hacia mí y te vistes de mi amor y te fortaleces de mi justicia, la vida te será más clara que el mediodía y aunque oscureciere, será como la mañana y tendrás confianza y mirarás a tu alrededor y dormirás seguro. Te acostarás y no habrá quien te espante. Te levantarás y no habrá quien te asuste.

Y si algún día tuvieres que cruzar ese turbulento río que hoy tanto te asusta, aún entonces yo te diría: "No temas porque yo estoy aquí para ayudarte". Así que escúchame bien: no sufras por lo que no ha pasado y sábete bien que si algún día tú tuvieres que enfrentar alguna prueba, aún entonces, no estarás solo, como no lo estás ahora, como no lo has estado nunca.

Tu padre que te ama, Dios.

Cartas de Dios, escrito por Silvia Carlock