martes, 25 de enero de 2011
El Elefante
En los confines de una tierra que no estaba ni muy al Norte ni muy al Sur, ni tampoco muy al Este ni muy al Oeste, había una ciudad que tenía una extraña particularidad: Todos sus habitantes eran ciegos. Pero como quiera que el contacto que estos mantenían con el mundo de la visión normal, era cada vez más raro y escaso, habían olvidado su condición de ciegos y, se habían acostumbrado a esa forma de vida con toda normalidad. En las leyendas de aquella comunidad, al igual que en muchas otras, se hablaba de la existencia de un misterioso animal que nadie podía definir ni describir y, al que los buscadores perseguían en mil y un intentos por conocer. Tan sólo se sabía que tenía por nombre: “Elefante”, y que, un día, tampoco no muy lejano, se lo llegaría a conocer.
Sucedió en un otoño ventoso que un rey y su cortejo venidos de una lejana tierra, acamparon cerca del lugar trayendo un elefante consigo. Al poco tiempo, el rumor se extendió alcanzando a la ciudad de los ciegos que sintió por fin llegada su oportunidad de satisfacer aquella histórica curiosidad de desvelar dicho secreto. Hasta entonces, sólo contaban con conjeturas acerca del mismo, existiendo siempre estudiosos e investigadores que comunicaban apasionadamente sus conclusiones. Sin embargo, éstos no llegaban totalmente a convencer a los habitantes de aquella ciudad que tenían serias dudas acerca de la verdad definitiva. Por ésta y otras razones, algunos de los miembros más aventureros de la Ciudad de los Ciegos, aprovecharon la ocasión de conocer y, se marcharon a investigar y comprobar la verdad definitiva de cómo era aquello que los obsesionaba. Y así tras el largo camino, conforme uno a uno llegaban junto a su imponente presencia, tanteaban y tocaban con minuciosidad lo que cada cual podía percibir de aquella gran realidad. De esta forma, también uno a uno alcanzaban extraordinarias conclusiones. Tras la propia experiencia de palpar al elefante, cada cual pensó que al fin conocía el Misterio, que al fin sabía lo que tanto habían buscado porque ya había llegado el día en que lo habían podido tocar con sus propias manos. Poco a poco, cada uno de los destacados exploradores fue regresando a la Ciudad de los Ciegos, en donde sus conciudadanos esperaban apiñados e inquietos formando impacientes grupos. En realidad, todos estaban ansiosos buscando la verdad. Llegó el momento de exponer públicamente la forma y aspecto del elefante, de manera tal que todo el pueblo escuchara lo que aquellos estudiosos iban a disertar: "Adopta una forma grande, rugosa, ancha y gruesa como un felpudo viviente..." dijo el primero. El pueblo que escuchaba exclamó en un rumor de sorpresa.
Cuando le tocó el turno al que había palpado la trompa dijo a los presentes: "Yo conozco los hechos reales. Puedo jurar por el honor de mi estirpe que es como un tubo recto y hueco, horrible y destructivo." Un nuevo rumor de comentarios y exclamaciones se manifestó en los presentes. Seguidamente habló el que había palpado la panza. "Hacedme caso. Yo sé de verdad como es. Es una masa enorme, abultada e inabarcable. Permanece tranquila y parece moverse con mucha lentitud." Y por fin le tocó el turno al último que como quiera que había tocado sus patas dijo: "Es poderoso, recto y firme como un pilar. Os lo juro." El pueblo ya había tomado posiciones y todos discutían acerca de los testimonios de los especialistas allí congregados. Cada punto de vista estaba desencadenando, no sólo una particular escuela, sino toda una corriente ideológica y cultural acerca de aquel antiguo Misterio. De pronto y en medio de la gran controversia, se oyó la balada de alguien distante que se aproximaba. Su melodía y su voz resultaban tan extrañamente resonantes que fueron apagando los murmullos de los presentes, mientras el canto de un estribillo, aumentando su tono decía: “El conocimiento de lo Real no se revela a los ciegos de corazón. Sólo con otros ojos conocerás insospechados cielos"
¿Existe una sola verdad?, ¿la Verdad absoluta? ¿Qué puede decirse de la verdad que cada cual concibe?, ¿acaso es algo que depende de cada punto de vista? Cambiando el punto de vista, ¿Cambia nuestra percepción y, en consecuencia, nuestra verdad? Cuando alguien nos comunica algo, ¿Qué tiene más importancia para nosotros: la verdad o la “veracidad”? La veracidad tiene que ver con la sinceridad y, sin embargo, la llamada Verdad hace alusión a un concepto inamovible y totalizador. ¿Quién puede ostentar una Verdad así? ¿Existe un ser humano sobre la faz de la Tierra, capaz de hablar desde un podio tan objetivo y absoluto como para formular una Verdad que integre en sí misma a la Totalidad?
"Una verdad superficial es un enunciado cuyo opuesto es falso. Una verdad profunda es un enunciado cuyo opuesto es otra verdad profunda". Niels Bohr.
¿Qué sucede en la mente de los llamados fanáticos que llegan a matar por su particular verdad ideológica?
¿Tan ciegos están con su propia visión que no conciben formulaciones opuestas que,
por concepto, sean igual de “verdaderas”?
"En realidad, la rigidez y la intolerancia es propia de mentes aprisionadas en su estrecho punto de vista, muchas veces por miedo y otras por egocentrismo. Los sujetos más evolucionados son aquellos capaces de ponerse en el lugar del mayor número de personas". Ken Wilber
Al parecer, cada modelo mental percibe e interpreta las cosas de acuerdo con su correspondiente programación. Y e este sentido, tanto la educación como la experiencia y la genética son los tres grandes pilares que determinan nuestra particular percepción de la realidad.
“Solo con otros ojos conocerás insospechados cielos” ¿Cuáles son los “otros ojos” a los que se refiere el relato del Elefante?
Hasta la próxima.................