viernes, 28 de octubre de 2011

Empezar por lo pequeño...


Un asceta meditaba profundamente en su cueva cuando se sintió
molestado por un ratoncillo que se puso a roer sus ropas.
-Márchate estúpido -dijo el ermitaño-. ¿No ves que has
interrumpido mi meditación?
-Es que tengo hambre -contestó el ratón.
-Llevaba más de treinta días de meditación buscando la unidad
con Dios y me has hecho fracasar -se lamentó el ermitaño.
-¡Cómo buscas la unidad con Dios si no puedes siquiera sentirte
unido a mí que sólo soy un simple ratón? -respondió el roedor.

Hasta la próxima...