lunes, 30 de noviembre de 2009

Los Ojos del Quijote.


¿Qué había en los ojos del Quijote?, ¿Qué hacía que el Quijote viera las cosas y las personas de una manera distinta?, veía gigantes, cuando los demás veían molinos de viento, veía un castillo cuando los demás veían una posada, veía una princesa, su princesa, Dulcinea, cuando los demás veían a la prostituta de la posada. ¿Cuál era esa característica que hacía que el Quijote se enfrentara a sus enemigos por el honor de su amada Dulcinea?, ¿Qué hacía que no hubiese temor al ridículo y luchar por su ideal?, Luego de leer y releer las páginas de Cervantes he llegado a una conclusión, lo que movía al Quijote a ver la hermosura de Dulcinea y amarla, era el Amor. Qué simple, ¿o no?, El amor del Ingenioso Hidalgo era capaz de traspasar las barreras de la vista tradicional y dejar al descubierto que tras esa posadera, que servía a la prostitución había alguien necesitada de amor y él lo vio.
Necesitamos hoy más que nunca a esos Quijotes, que con la armadura del honor y cubiertos con las armas del amor, puedan ver más allá de lo que evidentemente ven los demás. ¿Qué ves en el rostro de ese niño que se acerca en las esquinas de la calle luego de hacer sus maniobras dignas de un circo pidiendo tu ayuda?, ¿Qué vez cuando ese indigente te extiende su mano esperando algo de tu parte para saciar su hambre?, ¿Qué ves?, ¿Qué estás viendo ahora?. Hay muchas excusas, pero pocas razones para no ver con los ojos del Quijote.
En algún momento del año 51 D.C. Pablo, el apóstol, escribió a la Iglesia en Corinto: “Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue" (1° Corintios 13).
Amigos, cuanto necesita el mundo de los Quijotes, que armados con el amor puedan ver con los ojos del Ingenioso Hidalgo, ¿lo crees al igual que yo?.
Jose Luis Perales, escribió y canto, esta hermosa canción que hoy te regalo. Un abrazo fraterno, de un aprendiz del Quijote.